Parece un chico de su edad
que cabe dentro de lo que llamamos normal, pero en realidad ocupa mucha de mi
atención desde un día –de esos que buscan la manera para no estar en clase y te
cuentan sobre todo y nada- que me platicó sobre sus sueños. Sus sueños. Una
pregunta simple destapó la cloaca:
-¿Qué hizo el fin de
semana?
-Pues nada miss,
acompañé a un amigo a entregar mercancía
-¿Qué? Pregunte.
- Sí miss, a veces los
acompaño nomás para ver.
-¿Para ver qué?
-Pues cómo le hacen,
yo le quiero entrar al negocio.
No lo recuerdo bien,
pero algo así fue su conversación, me quedé paralizada, ahora comprendía porqué
le encantaba empeñarse en que yo viera sus videos de ejecutados.
Por primera vez,
-desde que creí que era buena idea meterse en eso de la educación- no tenía
respuesta para las miles de preguntas que me bailaban en la cabeza.
Desde ese día, intenté
e intenté investigar qué era lo que había sucedido en su vida, lo qué pasaba
por su cabeza. No lo podía creer, le hablé sobre ética, sobre lo correcto,
sobre la patria, sobre lo honesto, ningún argumento funcionó, nada podía contra
la idea completamente errada de lo “honorable” de estar dentro de “los
chingones”, “los que no se dejan” los sicarios. Qué podía yo hacer contra el
“varototote” que ganaría cuando lo aceptaran.
Luego un amigo me dio
un consejo: -“Dile que de ahí no salen más que muertos”. Lo hice, sólo
respondió: “De algo me he de morir, además moriré con dinero, que más da,
además creo que a las mamás o viudas le dan el dinero que uno gana”.
No lo comprendí y no
lo comprendo, es cómo si viviera en otro mundo, como si no existiera la
realidad –la que yo veo-, como si viviera en algún otro lugar.
El otro día se acercó
a mi oficina; de tajo me soltó: “Creo que estoy deprimido miss” Lo he observado
y es listo, observa, no dice mucho, sólo observa, y claro deduzco que si es
listo es obvio que esté inconforme con lo que le rodea, pero ¿cómo ayudarle?
Le dije que hay veces que tenía que buscar ayuda externa,
que no siempre podemos resolver todo. Que buscara ayuda, no sé si esa respuesta
era suficiente, cómo voy a poder ayudarlo a él si la depresión es algo que
nunca he podido manejar yo.
En fin, como les dije,
esto es más un grito, que un relato, en el Querétaro de “no pasa nada” hay
niños soñando con ser narcos, que viven además deprimidos y definitivamente el
sistema no está ni cerca de tener los medios para poder ayudarlos. ¿Cuántos no
habrá así? ¿Cuántos pasarán todos los días junto a mí? ¿Por cuántos de ellos no
podré hacer nada más que decirle la fórmula de siempre que a mí no me ha
ayudado en nada?
¡El mundo es absurdo,
estúpidamente absurdo!
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